El día de ayer fue una fecha especial, una de las que ocurren unas cuantas veces en el año (cada que un mes comienza en domingo para ser exacto), una que no viene resaltada en ningún calendario, pero es conocida por todos… naturalmente, me refiero al viernes 13.
Asociado desde tiempos remotos en la cultura occidental con la mala suerte y otras supersticiones, aquí en las oficinas de Fecal Mater nos alegramos ante el acontecimiento de la llegada del maldecido día. Para ser sinceros, yo me levante con la mejor y más poca madre de las vibras, salí a correr como todas las mañanas, desayune un licuado y un sándwich y después fume. El día paso de forma más o menos normal, salvo por qué me encontré20 varos tirados en la calle. Fue hasta que llegue a mi humilde morada que me cayó el veinte de la fecha… Viernes 13… hermoso… ¡Y EN NOVIEMBRE!
Alguna vez creí que eso de que la gente temía este día era un mito, quizá en algún pasado remoto o medieval cuando la gente era más supersticiosa… o que solo aparecía en películas… pero estaba equivocado. Aun existen en pleno siglo veintiuno gitanos y no gitanos temerosos de esta fecha, el viernes trece.
Por lo que a mí respecta, mi relación con el viernes 13 ha sido más o menos neutral desde niño y, hasta donde recuerdo, ninguno de los días más jodidos de mi infancia-pubertad fue en viernes, de hecho, creo tener más recuerdos de viernes 13 afortunados… como hoy, que es un día con muchas nubes y poco calor, lo cual en una zona como el culo de México (entiéndase el sur de Baja California) es más que maravilloso.
Ya para terminar, como cada Viernes 13 me entretuve pateando gatos (negros, blancos, grises o verdes… los odio a todos), rompiendo espejos y arrojando sal sobre las mesas y ojos de la gente. Tal vez hubiera sido buena idea continuar los atentados a carros del 31 de octubre. Si hay un día ideal para sembrar el terror y el desmadre (después del Halloween) es el viernes 13, todo puede ser achacado a la mala suerte.