Por fortuna, tuve la suerte de juntar el suficiente dinero como para poder asistir al Festival Iberoamericano de Cultura Musical… mejor conocido como Vive Latino, en su edición decimo primera. Mas prometedora que todas las anteriores, ya que contaba con el reencuentro de Caifanes. Así es, después de años de no hablarse, tirarse mierda y casi mandarse madrear el uno al otro. Alejandro “el malo” Markovich y Saul “el bueno” Hernandez”, ante la cercanía de la muerte del primero (y la del buen Sabo Romo), deciden unirse de nuevo, antes de que sea demasiado tarde.
Pero Caifanes no venia solo. Unas doscientas bandas aproximadamente se repartirían entre cuatro carpas menores y una principal, haciendo una especie de enorme buffet musical donde puedes servirte de lo que tus oídos gusten, sin que por esto haya garantía de que puedas verlo todo.
Personalmente, me interesaban Jessy Bulbo, La Barranca, La Mala Rodríguez, Dos Minutos, Charlie Montana y tal vez los Chemical Brothers, Enanitos Verdes y Macaco. Todo lo demás, osea la enorme mayoría, eran bandas prescindibles. A la mayoría no las conocía y otras que si conocía no eran tan de interés. Por fortuna la mayoría tocarían el viernes, y el viernes yo no podría asistir. Aunque había conseguido comprar boleto para los tres días, resulto que el viernes caía el día que iría a isla San José, por dos días, a acampar y a recoger las muestras de mi tesis. Me iba el viernes en la mañana y regresábamos el sábado al medio día. El avión salía a las dos de la tarde, así que llegaría a tiempo para ver a la mitad de los grupos del sábado, la mitad que mas me interesaba.
¿Qué hice con el boleto del viernes? Se lo regale a mi tia y le pedí que asistiera por mi, o lo revendiera. Así que mientras tocaba Fobia y Charli Garcia, yo armaba mi campamento junto a dos compañeros, en Isla San José, en el Mar de Cortes.
El sábado por la mañana nos levantamos a las seis de la mañana a levantar la casita de campaña y desayunar. La lancha nos recogió puntualmente a las siete, recogimos las muestras a las nueve y media y regresamos a La Paz a las once y pocos minutos. De ahí tome un taxi rumbo a la Universidad y de ahí al Aeropuerto, llegamos justo a la una de la tarde. Todo el plan había salido perfectamente cronometrado. Agradecí a mis camaradas, nos deseamos suerte y partí en el avión rumbo al DF.
Y así llegue a la Ciudad de México a las cinco, oliendo a sal, sin haberme bañado desde el jueves, con una camisa como única muda realizada desde la isla, pero contento de haber podido llegar al Vive Latino. Los desvelos, los ahorros de trabajar en antros hasta las cuatro de la madrugada y las tocadas en camiones y marisquerías habían dado frutos. Mi primer Vive Latino hasta entonces. Lamenté que no fueran a tocar Café Tacvba, Molotov ni Los Fabulosos Cadillacs, pero lo que importaba era estar ahí, yo y mi querida Mary Jane, que me acompañaba desde la isla y el avión, en cantidades suficientes para dos semanas.
Paso mi tía por mi y llegamos al Foro Sol. Me dejo lo mas cerca que pudo de la entrada y me dijo que el viernes había estado “muy padre”. Le di las gracias y comencé a caminar. A los pocos minutos me entere que la puerta la habían cambiado porque habían intentado dar “portaso”, pero parece que no funciono del todo. Así que fueron unos quince minutos de rodeo al inmenso Foro Sol, hasta por fin llegar a la Puerta Cinco. La cola para comprar boletos empezaba desde ya lejos, y pude notar algunos cuantos revendedores y (¡oh sorpresa!) “recompradores”, o gente que preguntaba si me sobraban boletos. Ignore a todos y seguí caminando, muy atento a la policía y a sus movimientos. Conseguí semi-arrodillarme junto a un arbusto y, aprovechando que los tenis me quedan algo grandes, me metí la carga del primer día al zapato, lo mas rápido que pude. Hice como que me saque una piedra, maldije en voz alta y me forme a la entrada. En el primer reten me pidieron mi boleto. Un poco mas adelante un policía me dio un semi-cateo, mas enfocado a buscar cámaras y posibles armas blancas. Pase sin mayor problema y llegue a la entrada del foro sol. El gigantesco Foro Sol. Hace poco había tocado ahí Metallica. Con una capacidad para algo mas de ochenta y cinco mil almas de pie. Mayor que muchos pueblos o ciudades que hasta hace algunos años eran pueblos.
Camine y camine otros quince minutos, abriéndome paso entre la gente hasta llegar a donde había un baño. Confirme que así fuera. Entre; desahogue mi vejiga y saque a Mary Jane de mi tenis, el jiter*, previamente cargado lo había clavado dentro de mi cartera y había pasado el cateo fácilmente, junto con un desodorante que llevaba en la bolsa y había olvidado sacar antes de llegar.
(* Jiter: dícese de pequeña pipa en forma de tubo utilizada para fumar marihuana de forma algo mas discreta).
Camine hasta done había una figura hecha de algo como papeles de color azul, simulando la cara de Tlaloc, dios nahua de la lluvia, y entre al escenario principal. Aun había bastante sol y ya mucha gente. Algunos quejándose del calor. Muchas mujeres en shortcitos o minifaldas. Yo me encontraba muy a gusto. Me acerque lo más que pude al escenario principal, camine y camine hasta que me vi rodeado de gente. Entonces comencé a fumar. Estaba a la mitad del concierto de Los Pericos, toda la gente bailando y muchas mujeres alrededor. Algunos rastas por ahí, varios fresas y gente neutra. Pero buena vibra en lo que cabe. Más atrás, gente sentada en el piso en circulitos, algunos con mantas, acostados. Alcance a ver a unos cuantos tirados, viajando en acido. Era como un Woodstock, un Avandaro de petatiux, ¿Acaso el festival que marcara a nuestra generación? No lo creo, y si es así, me parece algo en el fondo deprimente. Parece que a pesar de ser el mayor Vive Latino en cuanto a inversión y patrocinio, la frivolidad superficialidad se puede oler en el ambiente. En fin ¿Qué puedo pedir? ¿Volver a la era de los hippies? ¡Jamás!
Me canse de fumar y de Los Pericos, y mientras tocaban “Complicado y aturdido”, fui en búsqueda de una cerveza. La Indio, en calidad de patrocinadora, abarcaba el monopolio temporal sobre el lugar. Treinta y cinco pesos por un bote y Setenta por el equivalente a dos en un vaso para una caguama, lo cual hacia que tu bebida luciera aun más escasa. Me alegre de haber conseguido suficiente “cafecito” para mi estancia chilanga. Pedí una cerveza doble y pregunte si sabían dónde estaba el cartel de las bandas. _Justo a la entrada_, me respondió amablemente una cantinera de cara alegre y tetas descomunales. Y hacia allá camine con mi cerveza de setenta pesos.
Para entonces iban a dar las siete, aun podía ver a Nana Pancha, Jarabe de Palo, tal vez Natalia Lafourcade, después seguía Enanitos, quienes le abrían al plato fuerte de la noche y del festival: Caifanes, en el escenario principal. Habría que montar guardia desde poco antes que tocaran los Enanitos Verdes. Ese era mi plan.
Mientras pensaba todo esto, Jarabe de Palo tocaba en el fondo, me acerque tanto para verlos de cerca como para poder fumar más a gusto. Entre más lejos de las fuerzas del desorden, mucho mejor para mí.
Era la primera vez que veía en vivo a los autores de “La Flaca”, única canción que en verdad me gustaba de ellos, el resto eran buenas, pero nada más. Tocaban en ese momento “dos días en la vida”. Los vi de cerca, se me hicieron bien cagados. Alrededor imperaba la gente menor de treinta y cinco años. A pesar de la delincuencia, los secuestros y la guerra contra el narcotráfico, México sigue siendo un país de gente joven. La mayoría de una generación diferente a la mía, acostumbrados al internet desde la primaria, a veces antes. La generación del Facebook y (hasta hace pocos años) Myspace. Del iPod y el Blackberry. Era el principio del futuro. De las últimas veces, tal vez, que veré al rock (o a sus descendientes y relacionados) ejercer un poder de convocatoria de este tamaño. Para cuando mis nietos tengan mi edad, estarán acampando afuera de un estadio para ver a los herederos de Lady Gaga. Espero estar muerto e incinerado para entonces. Mientras llega ese tiempo, disfrutare y fumare.
Me aburrí de esperar a que tocaran la Flaca y decidí recargar más cerveza. Todavía no conseguía ubicar los escenarios restantes. Llegue a donde había algunos letreros que indicaban la dirección a seguir para la Carpa Roja, Carpa Intolerante y el Escenario Indio. Pero solo eran flechas indicando la dirección, similares a las de los letreros de las caricaturas. Decidí buscar este último y ver si llegaba a tiempo para escuchar a Macaco. Ubique la carpa, y partí en su búsqueda.
Salí del escenario principal por la entrada de Tlaloc y camine hacia la izquierda (cuando lo que tenía que hacer era doblar a la derecha) y seguí derecho. Los puestos del tianguis del Chopo estaban ese día dentro del foro sol. Ofreciendo discos, camisas, pulseras, calaveras, estúpidas diademas con mohawks color rosa etc. Incluso llegue a identificar a algunos de mis vendedores usuales de discos, y al anciano barbudo aquel que nos dio la bienvenida a mí y mi banda cuando fuimos por primera vez al tianguis. Decidí mejor no comprar nada, y seguí derecho, según yo en búsqueda de la carpa roja. Movíame yo a través del mar de gente. Había de una inmensa variedad, provenientes de todas partes del país, gente grande, gente chica, gente gorda, gente flaca, ricos, pobres, rockeros viejos y jóvenes púberes. La enorme mayoría venían tan solo para ver a Caifanes. Animado por Mary Jane, todo a mí alrededor era convivencia, alegría, alcohol, tetas, drogas y felicidad.
Y todo era una pacheca felicidad a mi alrededor hasta que llego a mis oídos un sonido potente y distorsionado. En vista de mi fracaso con la Carpa Roja, me acerque para ver que era el sonido. Pude ver a lo lejos una especie de teatro que se hacía llamar Mic-Tlan. Era una especie de enormes títeres montados sobre actores de cuerpo pintado y apoyados en zancos, representando algunos dioses prehispánicos. Alcance a distinguir al de Huitzilopochtli, en forma de esqueleto con el hígado de fuera, junto con otros acompañantes de utilería y cartón, aun así muy buenos. Todo aderezado por una voz semimaligna que nombraba a gritos aguardentosos a los dioses: “CHICOECOATL… ¡CHICOMECOATL! CARNE DE NUESTRA TIERRA, ¡ALIMENTO DE NUESTRO PUEBLO!”… mientras estos danzaban en círculos, al ritmo de algo que podría llamar un intento abortado de “prehispanic-metal”. Y la voz (que sonaba tan chafa como la del vocalista de Especimen) seguía invocando: “TLAZOLTEOTL, ¡TLAZOLTEOTL! ¡DEVORADORA DE INUNDICIAS! ¡DEVORADORA DE INMUNDICIAAAAAAS!” El espectáculo me empezó a provocar un mal viaje, me aleje sin dar la espalda a las enormes figuras.
Regrese a la entrada del escenario principal, después de atravesar el rio de gente, donde estaba la lista de bandas y las flechas de ubicación de los escenarios. Trababa de ubicarme y decidir a donde ir, cuando oí una voz que me llamaba: “Johnny”. Llevaba la mas de una hora fumando, así que lo achaque a las alucinaciones de mi cerebro (no era la primera vez que las voces me llamaban y jugaban con mi sano juicio) Pero la voz repitió “¡Johnny cabron!” Mi cerebro rara vez era tan directo, así que voltee. Lo que vi fue algo tan increíble como jodidamente cómico.
¿Qué probabilidades había de encontrar algún conocido? ¿Qué probabilidad había de que, ente toda la horripilante maraña humana congregada en el Foro Sol alguien me conociera y, además, consiguiera identificarme? La respuesta: las suficientes para que así ocurriera.
_¡Que onda wey! Respondí.
A mis espaldas estaba uno de mis viejos amigos de la preparatoria (¡Y además de la prepa!, ¡háganme el chingado favor!). Era Randy. Tipo alto, delgado y orejón. Había tocado con el y su banda en una ocasión que su bajista estaba enfermo… o crudo… no recuerdo bien. Que importa, el caso es que me lo vine a encontrar en donde menos me lo esperaba.
_Vamos por unas cheves.
_Vamo’.
Era lo mejor para poder platicar y convivir a gusto. Nos movimos hacia el expendio más cercano y compramos dos cervezas. Eran algo más de las ocho cuando decidimos ir a ver a Natalia Lafourcade, en la Carpa Roja. Llegamos a la mitad del show.
Aunque nunca he sido fan de su música, debo admitir que es una intérprete bastante buena. Algo que me llamo la atención es que, a diferencia de la última vez que fue invitada al festival (ocasión en la que fue abucheada y victima de chiflidos y proyectiles diversos que variaban desde medias llenas de tierra y arena hasta botellas de vidrio y latas de cerveza), esta vez tuvo una recepción muy cálida de parte del público, en su mayoría femenil. Bien por ella, mujeres con valor, hacen falta muchas más en este maldito país.
A pesar de que desconocía el nombre de las canciones, me agrado bastante el espectáculo. Y para hacerlo más agradable todavía, saque a Mary de mi bolsillo. Encendí, inhale y exhale el humo al aire, en medio del público y a un lado de Randy, quien me volteo a ver con cara de asombro-terror-incredulidad. No dijo nada, pero su mirada dijo más que mil palabras. No me importo y seguí disfrutando del show.
_Wey, ya van a tocar Enanitos Verdes, hay que movernos para agarrar buen lugar cuando toquen Caifanes.
Y justo cuando empezábamos a dar la espalda al escenario, casi al final, subió Meme”, del CafeTa, para palomear con Natalia. Preferimos esperar un poco más. No será una modelo, pero en ese momento, por esos instantes, me pareció que la interprete de “Amarte duele” lucia deliciosamente sexy, con un vestidito que creo que era azul (el color no me importaba) similar al de las muñecas de porcelana que mi abuela vendía en el tianguis. Aun así, no le llegaba ni a los talones al enorme y grotescamente (en el buen sentido de la palabra) sexoso monumento a la mujer que es Jessy Bulbo, pero ella se presentaría hasta el domingo.
Termino el espectáculo, era hora de ir por mas cerveza y agarrar lugar en el escenario principal. Nos abrimos paso casi a codazos entre el rio de gente, la mayoría pensó lo mismo que nosotros y se dirigía hacia el escenario principal. Atravesamos la zona del Chopo y la zona del Mic-Tlan, el cual ya había finalizado.
Aunque todavía faltaba para el plato fuerte, la mitad del Foro ya estaba llena, sin contar la gente de las gradas. Había dos pantallas gigantes a cada lado del escenario, donde, previa musiquita de escena de emoción de película chafa, se presentaba a la banda siguiente junto con un sonido que intentaba imitar un cañonazo. Antes de eso, se filmaba a algunos de los asistentes, en su mayoría mujeres en hombros. Apenas aparecía alguna femina de cuerpo antojable, comenzaban los gritos de guerra de la raza “¡Pelos, pelos, pelos!” o “¡Chichis!, ¡Chichis!, ¡Chichis!”. También en la pantalla se pedía (por no decir exigía) con frases similares, a la susodicha filmada que mostrara sus dotes corporales. Más de una accedió y recibió una ovación de parte de la asistencia masculina. Otras prefirieron el pudor e incluso hubo una a quien el novio prefirió bajar de sus hombros, antes que permitir que la calenturienta chusma viera las tetas de su amada.
Por fin, sonó el tronido anunciando a los enanitos verdes. Ahí estaban, como recién salidos de los ochentas, algo avejentados pero aun de pie, firmes, con la gente coreando todos sus éxitos a pesar de todos los años encima. Nunca los había visto antes en vivo, así que no sabía que podía esperar.
Comenzaron con “Dale Pascual”, bastante prendida. Después continuaron con “Luz de día”, “La muralla verde”, “la cordillera de los andes”, de la cual aclaro que no esperaba que sonara tan bien la parte de la zampoña en guitarra eléctrica. E incluso un inesperado cover a Moby Dick de Led Zeppelin. Contario a todas mis expectativas, los Enanitos Verdes (no deja de sorprenderme hasta ahora como una banda pudo triunfar con un nombre tan jodidamente simple y cursi) dieron un concierto mucho muy rockero.
Ya para las últimas canciones, se oían algunas voces entre la multitud invocando al dios Caifan. Termino el show de los Enanos y siguió una última espera, esta más lenta y angustiosa que las anteriores.
Voltee hacia atrás, no había forma de salir, no había forma de atravesar el enorme mar de gente que se había juntado ese día, a esa hora, para ver reunidos a sus dioses por quizá una última vez. En la pantalla, Carla Morrison (de quien hablare en el reportaje del día siguiente) nos invitaba a su concierto y la gente la aplaudía. Después de ella siguió el nuevo comercial de la Coca cola, en el cual, manipulando datos sacados de quien sabe dónde, intenta lavarnos el cerebro y hacernos creer que el mundo no está al borde de un abismo lleno de mierda y sangre. Y de paso vendernos su deliciosamente asquerosa y adictiva bebida del imperialismo gringo. Nadie aplaudió. Me alegre de eso, parecía que no estaba rodeado por una masa tan enajenada.
Fueron veinte minutos de espera que terminaron cuando empezó a sonar “Azul casi Morado” de los enormes amplificadores del escenario. El primero de los muchos homenajes a la recién fallecida Rita Guerrero.
Y termino la canción, las luces se apagaron y las pantallas anunciaban el momento por todos esperado. Saúl, Alejandro, Sabo, Alfonso y Diego, tocando una vez más desde aquel fatídico concierto en San Luis Potosí. Empezó marcando el ritmo la batería, después se oyó la voz (o lo que queda de ella) de Saul Hernandez entonaba “Desde aquel día me trajeron para acá… será porque no me dejaba rasurar… ya no me hablan ni siquiera las hormigas… será porque no saben que ando por acá”. La voz de la gente coreando callaba a la de Saúl Hernández, sin que por eso haya que quitarle méritos. “Sera por eso que no me dejan salir… será por eso que me dan electroshocks”. De las mejores canciones jamás escritas sobre la locura.
Siguió la canción que yo más esperaba. Mátenme porque me muero. Todo un homenaje a la vida después de la muerte, a la reencarnación. El grito de la multitud hacia que hasta la guitarra de Marcovich sonara quedito. Parecía que todos nos habíamos programado para corear tan fuerte como pidiéramos. “Mátenme porque me muero… mátenme porque no puedo…”. Eran las voces de la vieja escuela, la que había visto a Los Caifanes estilo The Cure Mexicano, que habían comprado los discos de “El Diablito” y “El Silencio” aun en acetato, unidas junto con la de los púberes y no tanto, que preferían bajarlas del internet y escucharlas en sus iPods. Simplemente hermoso.
_Muchas gracias _se oyó decir a Saúl_ es difícil hablar cuando ustedes ya robaron la palabra… raza, Caifanes a tus pies.
Las canciones se seguían en orden cronológico. Ahora era el turno de “Viento”. Interpretada un semi tono más grave que el original de estudio. Supongo que para facilitarle la tarea a la garganta de Saúl. En lo personal, me agrado mas la vibra que se desprende así, más grave, más acorde con la letra y el momento.
¿Qué más se puede decir? Lo que siguió fue una selección de lo mejor de la banda. Resaltando particularmente “Antes de que nos olviden”, “Los dioses ocultos”, con los poderosos tamborazos del principio y la gente brincando a más no poder en el coro; un homenaje mas a Rita en “Ayer me dijo un ave”, con Marcovich y su soberbia forma de tocar guitarra, demostrándonos la abismal diferencia entre el sonido de Caifanes y el de Jaguares. Siguieron “Nubes”, “Detrás de ti”, “el Negro cósmico”, “Piedra” etc. Y cuando parecía que el sueño había terminado, salió Sabo Romo, a darnos el dato del aniversario del primer concierto de Caifanes el 11 de abril en el aquel entonces nuevo foro Rockotitlan, cosa que casi nadie más que ellos recordaba.
El trió del encoré fue “No dejes que”, “La Célula que explota” y, para cerrar con broche de oro, “La negra Tomasa”. Cosa curiosa cerrar con una cumbia un festival dedicado teóricamente al rock. Si se analiza es casi surrealista, solo Caifanes podía hacerlo sin ser linchado por el público en el intento. Ocurría todo lo contrario, alrededor abundaban las parejas bailando abrazaditas. Mucho amor se destilaba por doquier. Un gran momento. Lo único que podría considerarse el “negrito cósmico en el arroz del concierto” serian las palabras de Saúl antes de “Ayer me dijo un ave”:
_“Señor Presidente, quiero aprovechar que hay poca gente viéndonos”, (Saúl tan cómico como siempre) para pedir justicia por nuestros muertos; que mueva todo el poder que movió para resolver el asesinato de un par de agentes americanos, que también se mueva todo su poder para resolver la muerte de tantas mujeres asesinadas (¡y vuelve la burra al trigo!). Tanta gente que está sufriendo, Señor presidente, pedimos justicia y al mismo tiempo pedimos paz para los mexicanos”. Buen intento muchacho, pero el enano de los Pinos solo entiende dos lenguajes, el del dólar y el de las balas. Y como siempre, no faltaron los pendejetes lame huevos gritando cual perras en celo: “¡Saúl! ¡Saúl! ¡Saúl!”.
El año 2011 será recordado en México como el año en que el pueblo por fin se arto de la estrategia de guerra contra el narco y, musicalmente, como el año del reencuentro de Caifanes. Dentro de unos días más, estarán presentándose en Coachella.
Era la una y media de la mañana aproximadamente cuando el concierto termino. Era hora de volver a la asquerosa realidad citadina. Era la hora de que la enorme masa humana compuesta de más de ochenta mil personas saliera del Foro Sol y regresara a sus hogares, o siguiera la fiesta en algún otro lado. Cual enorme tribu en migración, la multitud se desplazo lenta y ebriamente hacia las salidas, levantando una enorme nube de polvo a su paso, polvo que no permitía ver bien y dejaba un tufo acido en las narices. Muchos se confundieron y tomaron rutas equivocadas en búsqueda de la salida. Por suerte yo no fui de esos y, utilizando mis precarias habilidades de traceur principiante, me desplace entre la multitud hasta conseguir salir. Me despedí de Randy y me moví por la avenida hacia el lugar donde me habían dejado en un principio. Después de veinte minutos de caminata tome un taxi que me reventó con cien pesos por transportarme hasta casa de mi Tía. Era hora de dormir, era hora de recargar baterías y el jiter para el día siguiente. Jessy Bulbo esperaba…