26. El Enano del Tapanco: A principios del siglo XX, en un antiguo caserón, vivía y ejercía su oficio carnal una bella prostituta. Cuando los clientes, después de haberla gozado, se negaban a pagar lo convenido, se escuchaba una potente voz que, desde el tapanco, amenazaba: "¡Paga, cabrón, o te las verás conmigo!". Tan profunda y dura era la voz, que todos accedían sin pensar. Un día, sin embargo, se descubrió que quien lanzaba tan temeraria amenaza era… ¡un enano! Entonces, el negocio se fue a pique.
28. El Filosofo de Güémez: Se hizo famoso gracias a que el doctor Ramón Durón Ruiz recopilara en un libro su sabiduría singular. Nadie sabe si existió en realidad, pero se cree que nació en Güémez, municipio de Tamaulipas, y entre su amplio legado se encuentran las siguientes sentencias: “El que tenga perro que lo amarre afuera; el que no, pos que ni lo amarre”. “Las bolsas de las mujeres, son como los conventos, tienen puras madres adentro”. “En política, si las cosas no cambian, es porque siguen igual”. “Cuando el gallo canta en la madrugada, puede que llueva mucho, puede que llueva poco o puede que no llueva nada”. “Si dos perros siguen a una liebre y el de adelante no la alcanza, el de atrás menos”. “Si no llegó... es porque no vino”. “El matrimonio es como darse un baño de agua helada en tiempo de frío: metete de un chingazo, porque si lo piensas mucho, no le entras”.
29. El hombre del corbatón: Ejerció la abogacía en la ciudad de México, aunque nunca estudió, mucho menos se tituló. José Menéndez Fernández se llamaba, era español, de pocos recursos, amigo de los ricos, y siempre usaba una enorme, de verdad enorme, corbata. Era hombre culto y generoso, popular en las calles y conocido por todos. Gustaba del teatro, al grado de que en el Principal tenía una butaca exclusiva. Tan de buen corazón era, que, sin estudios ni nada, se dio a la tarea de defender a los pobres. El presidente Miguel Alemán le dio la facultad de ejercer las leyes. (Aquí mas información)
30. El Jamaicon Villegas: Nació en una pequeña comunidad de obreros llamada La Experiencia, en el estado de Jalisco. Fue futbolista, seleccionado nacional. Cuando, en los años sesenta, el equipo nacional obtuvo un decepcionante resultado en tierras inglesas, el “Jamaicón” (apodado de esta manera porque solía llorar en público) se sinceró y ofreció explicaciones. Había jugado mal porque extrañaba a su mamacita, tenía muchos días sin comer birria… y la vida no era vida estando lejos de su tierra amada. Otra anécdota cuenta que un día se escapó de una cena que se ofrecía a la selección mexicana en Lisboa, previo al mundial de Suecia 58. El entrenador se percató de esto y lo encontró en el jardín del hotel, sentado bajo un árbol, abrazando sus piernas mirando las estrellas melancólicamente. Al preguntarle si ya había cenado y si todo estaba bien, el Jamaicón respondió: “Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos. Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes y no esas porquerías que ni de México son”.
31. El Mago Séptien: Durante la Serie Mundial de 1955, entre los Yankees de Nueva York y los Dodgers de Brooklyn, el famoso cronista narró soberbiamente el partido… que nunca presenció. Lo hizo, con efectos de sonido incluidos y sin conocer las jugadas, desde su cuarto de hotel. Se dice que se quedó dormido, que se emborrachó, que no quiso pagar los derechos de transmisión y se embolsó el dinero. Sea como sea, con esto, el “Mago” refrendó su conocido apodo.
32. El negrito poeta: Se llamaba (¡oh sorpresa!) José Vasconcelos y era hijo de negros nacidos en el Congo, traídos a la Nueva España como esclavos. Por tanto, él, que también era tuerto, vio la primera luz en Almolonga, una hacienda cercana a Xalapa, Veracruz. Lo que lo hacía diferente es que nació con el don del verso en la boca, pues con rapidez y maestría componía rimas que le dieron fama. Su legado es amplísimo y rico. En una ocasión, a las puertas de una iglesia, escuchó que un demandadero del hospital, suplicaba cooperación económica con voz lastimera: “Para el entierro de los huesos del hospital”. El Negrito, con prontitud, replicó: “Dos disparates a un tiempo / estás diciendo, animal, / ni el hospital tiene huesos, / ni entierran al hospital”. Este popular poeta, era mexicano como el que más. “Aunque soy de raza conga / yo no he nacido africano; / soy de nación mexicano / y nacido en Almolonga”. Cortejaba a cierta mujer bien parecida, pero ella lo rechazaba por tres motivos: por pobre, negro y tuerto, así que ella le dijo: “¿Qué, no adviertes que eres negro?”, y él respondió: “No, mi vida, no lo advierto, / pues aunque soy algo tuerto, / no tengo cara de suegro”.
33. El Negro Yanga: Príncipe africano traído como esclavo a la Nueva España. Su sangre real, altiva, lo llevó a dirigir la rebelión contra los españoles. Vivió por más de 30 años fugitivo de sus amos, parcialmente sobreviviendo de su cazas, y capturando las caravanas que traían mercancías a Veracruz. Gracias a su liderazgo y valentía, su movimiento triunfó, tras de lo cual fundaron el primer pueblo libre del país, donde podían vivir con dignidad los esclavos liberados: Yanga, Veracruz, donde actualmente se exhibe una estatua en su honor.
34. El Padre de la Rosa: Agustín de la Rosa y Serrano era más que conservador: era anti yanqui, en tiempos en que el Tratado McLane-Ocampo amenazaba seriamente la soberanía mexicana (se dice que tiro unos zapatos recién comprados cuando le dijeron que habían sido fabricados en los Estados Unidos), además de uno de los primeros promotores de la astronomía del México independiente. Todo un erudito, el “padre Rositas” publicó Adiciones a las lecciones de astronomía, Elementos de trigonometría plana y esférica con aplicaciones a la astronomía, además de tratados en teología, mitología, del alma humana, de las pasiones, de las virtudes y de la luz. También Bondadoso en extremo, socorría a los niños que encontraba en la calle y les daba educación, techo y comida. Cierto día de un invierno sumamente frío, paseaba el padre por la calle. Un ladrón le arrebató su capa, que era su única pertenencia. El sacerdote comenzó a correr tras él y no paró hasta que el ladronzuelo, exhausto, se detuvo y le devolvió la capa; no podía creer que aquel anciano lo hubiera alcanzado. Entonces, con voz llena de ternura, le dijo el padre: "No, hijo, no corría atrás de ti para quitarte la capa. Quería alcanzarte para decirte que te la regalo. Así no cometerás un pecado".
35. El Pastelero y El Turronero: A finales del siglo XIX, estos dos personajes, de oficios muy dignos y coloridos, recorrían el Callejón de Mecateros ofreciendo sus sabrosas mercancías con soberanos gritos que intercalaban con canciones picarescas, llenas de humor e ingenio. La gente los buscaba no sólo para degustar sus deliciosos postres, sino para enterarse de los chismes y chistes más recientes. Una variedad del pastelero sobrevivió hasta principios del siglo XX, por lo que en Niño Perdido era posible escuchar, entre celestiales olores de pan, frutas y merengues, algo como: "Señorita, señorita / la de la mascada negra, / dígale a su mamacita / que si quiere ser mi suegra".
36. El Pato Cenizo: Xavier Navarro Pizarro fue autor de teatro de género costumbrista. Se crió en la calle, que fue su mejor educadora. Nadie como él ha manejado ese sabroso lenguaje popular tan lleno de vida y tan picante. Sus obras, colmadas de vocablos secretos, anécdotas olvidadas, rimas, dichos y albures, se consideran una brillante fuente para entender al pueblo mexicano. Estrenó su primera zarzuela en 1912.
37. El Pipila: Juan José de los Reyes Martínez Amaro fue minero. Acompañó al ejército de Miguel Hidalgo a Guanajuato. Tomaron la ciudad, pero un último bastión defendían los españoles: La Alhóndiga. Mientras ésta no cayera, el triunfo insurgente sería imposible. Hidalgo supo que la única manera de tomar este depósito era incendiar la puerta. Por eso, exclamó con valerosa voz: “¡Pípila! La Patria necesita tu valor, ¿te atreves a quemar la puerta de la alhóndiga?”. Juan José no lo pensó. Se ató una losa a la espalda y, entre la lluvia de balas, cumplió su cometido gracias a una antorcha.
38. El Pozolero: Santiago Meza López, alias “El Chago” o “El Chaguito” era el encargado de desaparecer los cuerpos de los ejecutados por parte de una célula del cártel de Tijuana. Para ello, colocaba los restos en un tambo, les vaciaba agua y sosa cáustica y hacía “pozole”: los cuerpos se deshacían. Se calcula que desapareció a más de 300 narcotraficantes.
27. El Solitario del Teyra: Al norte de Zacatecas se encuentra una montaña llamada el Pico del Teyra, nombrada así por los españoles, a quienes les recordó otra montaña ubicada en su patria, el Teide, en la isla de Tenerife. Se cuenta que en la cima vivía un viejo ermitaño. La leyenda sirvió de inspiración a una novela en el siglo XIX llamada precisamente, El Solitario del Teyra.
39. El Tigre de Santa Julia: José de Jesús Negrete Medina fue un famoso ladrón que puso en jaque a las autoridades de la ciudad de México y alrededores (especialmente el barrio de Santa Julia, cerca del actual Tacuba) en las épocas porfiristas. Diestro en el arte de las armas, elegante, astuto, era querido por la gente, que lo veía como una especie de Robin Hood. También era mujeriego. De hecho, lo capturaron por los celos de una fémina, quien, despechada, lo delató. Lo tomaron preso por el rumbo de Tacubaya, camino al Panteón de Dolores. La policía lo encontró atrás de un nopal, en cuchillas y con las armas a un lado, en plena descarga de desechos fisiológicos (entiendase, cagando), el mole y el curado de apio, que una tal Guadalupe le había ofrecido, le causaron una severa diarrea, dando origen a la frase “lo agarraron como al tigre de Santa Julia”. Fue condenado a cinco penas de muerte. Él simplemente dijo: “Y luego, cinco penas de muerte… ¡ni que fuera gato! ¿Pues con qué pago?”.
40. El Triunvirato de Joe “El Dandy” Conde, el “Chango” Casanova y Juan Zurita: Pocos sucesos tan curiosos como el que acontecía con estos tres boxeadores: en todos los combates, Conde vencía siempre al “Chango”; el Chango le ganaba a Zurita; y Zurita abatía a Joe Conde. No había otra combinación.
41. Emilia Trujillo: Más conocida como "La Trujis", decían entonces los chismes más informados que era la "Pompadour de Tepache y la Dubarry de Petate". Fue bailarina del teatro María Guerrero; ese recinto de mala fama donde se mezclaba absolutamente todo tipo de público, desde la alta aristocracia y secretarios de Estado hasta intelectuales, soldados, burócratas y lo más soez del peladaje. El caso es que todas las noches sin falta, afuera del teatro se estacionaba un lujoso automóvil negro. Adentro iban el chofer uniformado y un fornido ayudante. Con paciencia esperaban a que saliera "La Trujis", ya muy emperifollada y perfumada, y la conducían al Café Colón, donde, en sitio reservado, la esperaba con ansiedad el general presidente Victoriano Huerta.
42. Ernesto Peralta Uruchurtu: Lo apodaban "El regente de hierro". Entre la clase trabajadora gozaba fama de recto, justo y amigable. Para él, la moral estaba antes que todo, por lo que ordenó cerrar decenas de cantinas, cabarets, carpas y salones de baile, muchos de ellos, de gran tradición y llenos de historias, como el Tívoli. Su gestión duró 14 años, todos ellos repletos de anécdotas reales e inventadas. Por ejemplo, cuando se presentó la obra de La Celestina, se multó al empresario por exhibir "pornografía". Pero esto no fue todo: también se dictó orden de aprehensión contra su autor, Fernando de Rojas… quien había muerto hacía más de 400 años.
43. Félix Díaz Mori: Hermano de don Porfirio y gobernador de Oaxaca, donde realizó una serie de obras en beneficio de los más pobres. Su gran error, sin embargo, no fue político, sino personal, y por duplicado: su explosivo carácter que derivaba muchas veces en lo violento, y su declarado anti clericalismo. Llegó al grado de ordenar la destrucción de catorce retablos del templo de Santo Domingo. En cierta ocasión, mientras reprimía personalmente un levantamiento de protesta por parte de los habitantes de Juchitán, ordenó incendiar el pueblo y asesinar a quienes huían. Después, entró a caballo a la iglesia, lazó al santo patrono, San Vicente Ferrer, lo arrastró por el lugar y se lo llevó consigo. Benito Juárez le ordenó regresarlo y él cumplió: lo envió en una pequeña caja, con la cabeza, pies y manos amputados, alegando que no cabía. Los juchitecos no olvidaron la ofensa. Así, en 1872 lo tomaron preso durante una batalla y por dos días lo torturaron hasta matarlo con la misma técnica que él había utilizado contra el santo: lo castraron, le cortaron la cabeza, los pies y las manos.
44. Fernando Marcos: Más conocido por su peculiar forma de narrar, don Fernando fue antes jugador, director técnico, comentarista (de radio y televisión) y después árbitro. Durante un partido entre Necaxa y Asturias, en que este último podía coronarse campeón, el árbitro se desempeñó dudosamente. Los seguidores del equipo local, irritados por la derrota, literalmente incendiaron el recinto, por lo que la gente decía, en son de burla, que Fernando Marcos quemó el legendario Parque Asturias (aquí mas info sobre el incidente del Parque Asturias).
45. Francisco Cabañas Pardo: boxeador que se convirtió en el primer mexicano en ganar una medalla olímpica. Fue en Los Ángeles, 1932. Su participación en el evento estuvo llena de dificultades, no hubo apoyo de parte del Comite Olimpico Mexicano, por lo que tuvo que pedir “coperacha” para poder asistir. Gracias a sus ahorros, el apoyo del publico y de su madre logro reunir los 500 pesos (una fortuna en aquella epoca) para participar. En la pelea final de su categoria, durante el tercer round dejo a su contrincante, el hungaro Stephan Enekes en las cuerdas, pero a pesar de los gritos de “¡México, México!”, el réferi levanto el brazo del europeo, declarándolo ganador. Y así Cabañas se quedo con la medalla de plata (aquí una versión resumida del combate).
46. Francisco Javier Miranda: Fue sacerdote piadoso y paseaba por las calles siempre disfrazado de caballero inglés. Desde los periódicos conservadores combatió las medidas de los gobiernos liberales y fue consejero de Santa Anna en su último periodo presidencial. También era enemigo del presidente Ignacio Comonfort (de hecho tenía conversaciones con la madre de Comonfort, y la mandaba a que obligara al hijo a renunciar a la constitución de 1857), por lo que la policía lo buscaba. Un día, cuando se dirigía a buscar una carta que contenía las estrategias de batalla, fue descubierto. Dos agentes comenzaron a seguirlo. Él se jugó el destino: se dirigió a Palacio Nacional, se enfiló hacia el despacho presidencial y pidió ver a don Ignacio. Al ver esto, los policías creyeron que se habían equivocado de persona y se marcharon. El secretario le informó que el presidente estaba muy ocupado, pero que siempre tenía tiempo para atender a los caballeros ingleses, por lo que le rogaba que volviera al día siguiente. El padre Francisco agradeció y salió caminando con la gallardía de un auténtico caballero.
47. Fray Tormenta: Sergio Gutiérrez Benítez, sacerdote católico que, para mantener un orfanato, durante 23 años se dedicó a la lucha libre. Su máscara roja y amarilla se hizo popular tanto en las arenas como en los altares. Fue el primer maestro de otro popular luchador: "El Místico", que llegó con él siendo un niño pobre. Como dato extra hay que mencionar que sirvió de inspiración para la película “Nacho Libre”.
48. Goyo Cárdenas: Gregorio Cárdenas Hernández "El estrangulador de Tacuba" nació en 1915. Su carrera criminal duró sólo 15 días, pero le bastaron para completar su obra y conseguir la inmortalidad. De enorme inteligencia, fue becado por Pemex. Asesinó a tres prostitutas, de entre 14 y 16 años, y las enterró en el patio de su casa. Su cuarta víctima fue una compañera de escuela. Tal vez atormentado, le pidió a su madre que lo internara en un hospital psiquiátrico. Ahí confesó todo y él mismo guió a la policía en las excavaciones. Su declaración, la realizó con sus propias manos, gracias a una máquina de escribir. Más que declaración, Goyo realizó una novela o una crónica de nota roja. Fue encerrado en La Castañeda, donde, sin explicación alguna, obtuvo notorios beneficios y comodidades: asistía a clases de psicología, sostenía relaciones sexuales con las enfermeras y salía al cine con sus amigas. Incluso, se fue de vacaciones durante 20 días a Oaxaca. Ya en la penitenciaría de Lecumberri, estudió derecho, fue litigante y escribió varios libros, además de tener una tienda en el interior de la cárcel. Ahí mismo, se casó y tuvo dos hijos. En 1976, quedó en libertad por orden presidencial. Fue invitado a la Cámara de Diputados, donde lo recibieron como héroe en medio de aplausos, como un ejemplo de rehabilitación. Luego, comenzó a vender sus pinturas: todas a muy altos precios, editó una revista y realizaba caricaturas. Para entonces, eran muchas las mujeres que suspiraban por él, enamoradas. Registró su vida para que nadie más que él pudiera sacar provecho de sus experiencias. Murió en 1999.
49. Hermenegildo L. Torres: Nació en 1901 en Saltillo, Coahuila, aunque algunos afirman que en Monterrey, Nuevo León. Poseedor de un ingenio privilegiado, un buen día que no tenia mucho que hacer, se dio cuenta que toda la sabiduría acumulada en sus muchos años en realidad no le servía para un carajo. Es decir, como Sócrates, el sólo sabía que no sabía nada, con semejante cargo de conciencia, decidió literalmente hacerse pendejo un rato y descubrió que así como él, los demás seres humanos estaban en las mismas, por lo cual, decidió a dar conferencias a quien se dejaba acerca de tan extraño tópico. Así fue como nació la PUP: Por la Unificación de los Pendejos, asociación que otorgaba credenciales a sus agremiados, de los cuales creó más de 200 clasificaciones, como el Pen_dejo Esférico, el Precavido, el De Puntería, el de Punto de Referencia, el Tributario… Ah, infinidad de variaciones. El caso es que, en resumidas cuentas, todos en este mundo somos pendejos, porque, diría don Hermenegildo, “Si encerraran a todos los pendejos en un corral, no quedaría nadie para cerrar la puerta” (Aquí mas definiciones de pendejos, por si desean cultivarse).
50. Hombre Pájaro del Cerro de la Silla: Hace tiempo corrió en Monterrey la leyenda de que, en las entrañas del cerro de la silla habitaba un extraño ser, algunas personas afirmaron que se trataba de “una criatura prehistorica” “parecido a un pterodactilo” o “mitad hombre, mitad pajaro” que, por razones misteriosas, habia sobrevivido en alguna cueva del cerro. La dificultad para decidir si en verdad existe o no radica en que la mayoria de los testimonios provienen de avistamientos nocturnos, de personas que en su mayoría se encontraban en estado etílico.
1 comentario:
hahahaha te la mamaste!
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